Hace ya bastante tiempo, cuando yo era un crío oía decír que en el siglo XXI trabajaríamos como mucho dos o tres días a la semana, que las aceras serían artefactos móviles para facilitar el transporte de nuestro cuerpo evitando así esfuerzos excesivos, que íbamos a vivir en casas automáticas, que las plantas nucleares nos proporcionarían energía sin límites a bajo coste, que en las oficinas no habría papeles, que urbanizaríamos Marte con colonias espaciales y que las píldoras reemplazarían a las comidas. Todos estos avances iban a trastocar radicalmente nuestras vidas.
Algo de cierto hay de lo que escuchaba entonces. Hay quienes trabajan aún menos, pero por exigencias del guión, la crisis y el paro. En el Parque de las Naciones, en el ferial de Madrid, he visto algunos pasillos mecánicos que ayudan a circular por el gran patio que recorre los pabellones. La puerta del garaje de algunas casas se abre y se cierra con el mando. El asunto de las nucleares daría para mucho debate. Los discos duros le han ganado bastante terreno al papel, aún así hay quienes lo añoran tanto que se resisten a abandonarlo. Seguimos pisando la tierra y comiendo varias veces al día.
Si nos paramos a reflexionar, las cosas no han cambiado demasiado. Los coches utilizan el mismo sistema de combustión que hace cien años, usamos ropas normales en lugar de trajes espaciales, se cocina en cacerolas y pucheros, las grandes revoluciones sociales, como la televisión y el avión, tienen más de cincuenta años, y el teléfono más de un siglo. Esto quiere decir que hay pocas cosas tecnológicas que verdaderamente tengan un impacto revolucionario en nuestras vidas.
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Comunicaciones hoy |
Lo que sí ha cambiado de forma radical es la inmediatez de la información y la comunicación. Una noticia da la vuelta al mundo en cuestión de segundos propagándose a millones de personas, podemos mantener una videoconferencia en tiempo real con una persona que se encuentra en las antípodas y el correo electrónico hace posible el intercambio de información de forma instantánea.
¿Es la escuela reflejo de esta reflexión?
¿Podemos aprovechar los recursos tecnológicos para transformar nuestra escuela actual?
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